Runner’s blues
22 de octubre de 2019
KamikaZEN
La alarma continúa sonando tenazmente en mi muñeca, pero mis párpados se sienten tan pesados como las sábanas sobre mi cuerpo.
«– ¡Al diablo, hoy no!» La idea alcanza a formarse en mi adormilado cerebro, pero es muy tarde. Mi cuerpo ya está levantándose por si mismo para sentarse sobre mi lado de la cama. Por un momento no estoy seguro si agradecer o maldecir que la fuerza del hábito, al menos por hoy, haya logrado ser mas fuerte que mi deseo de seguir durmiendo. «– Está bien, maldito. Tu ganas. Vamos a hacer esto.»
Todo mi equipo está ahí, cuidadosamente preparado desde la noche anterior. Con un suspiro, comienzo a vestirme metódicamente, revisando con cuidado cada prenda. Estoy listo. Tal vez no totalmente dispuesto, pero estoy listo chingáo!
Siempre he odiado esta parte de los maratones casi tanto como amo correrlos. Cozco tan bien la sensación que a estas alturas casi puedo predecir el día y hora exactas en las que me golpeará. Aún así, siempre llega como una patada en el estómago. Así son las cosas.
«– El pinche blues del corredor.» Murmuro, riéndome entre dientes al pensar que ese sería un excelente nombre si algún día quisiera formar una banda. En realidad no es algo tan gracioso, pero tomarlo así me hace sentir un poco menos mal.
La calle de madrugada está fría y solitaria. El cielo nublado no ayuda mucho a mejorar mi ánimo y cada parte de mi mente me grita que mande todo al diablo y regrese a la cama a dormir. Aún así, sé que correré hoy… tengo que hacerlo.
La música en mis oídos y el golpeteo de mis pies en el pavimento se sienten incómodos y desarticulados, pero solo durante los primeros minutos. Muy pronto los golpes se convierten en pasos ligeros y firmes, un deslizamiento rítmico, un baile privado.
Con mis sentidos completamente alertas al entorno y la sangre fluyendo hacia mis miembros y despertándolos poco a poco, siento la fresca caricia de la brisa en el rostro y sonrío.
Todavía no estoy totalmente de vuelta, parte de mi aún tiene que ser arrastrado contra su voluntad para correr por las calles vacías de la ciudad. Pero correr me ha hecho sonreír de nuevo, y eso me hace saber que poco a poco estoy regresando.
El fantasma del blues del corredor pronto se desvanecerá. Mi alma volverá a reír y soñar con la próxima aventura. Pero por ahora, solo tengo que ser paciente y darle tiempo a mi mente y cuerpo para vivir el luto y sanar.
Solo tengo que seguir adelante.
Sólo un paso más.
Solo un kilómetro más.
Sólo un día más.