Casi desde que empecé a correr, he recibido infinidad de variantes de la misma pregunta de parte de mi familia, mis amigos y hasta personas que apenas conozco.

Por alguna razón, lo primero que desea saber casi cualquier persona (que no sea corredor) en cuanto se entera que practico este deporte es, ¿porqué?

Durante mucho tiempo respondí a esta pregunta con las respuestas habituales:

  • Quiero mantenerme en forma.
  • Es bueno para la salud.
  • Me lo recomendó mi nutrióloga.
  • Es una excelente manera de relajarme.
  • Etcétera, etcétera, etcétera.

Ninguna de estas respuestas es una mentira, sin embargo una parte de mi siempre se quedaba con la sensación de no haber dicho toda la verdad.

En el fondo sabía que, si bien las razones que daba para levantarme a las cinco de la mañana para salir a recorrer las calles semi-desiertas antes del amanecer eran muy razonables y válidas, lo cierto es que había una razón más profunda que yo mismo no tenía muy clara.

Buscar la verdadera respuesta

A pesar de todo, seguí sin darle mucha importancia al asunto hasta que un día en Casa Tíbet mi maestro dijo una frase que caló lo suficientemente hondo como para dejarme pensando.

«La parte más importante de cualquier acción, y la que realmente define su naturaleza, es la motivación que tienes al realizarla.»

Debo confesar que no se trató de un ‘repentino momento de entendimiento’ como los que se dan en las películas, pero a partir de ese día en mi mente se quedó dando vueltas esa misma pregunta que nunca se me había ocurrido hacerme a mi mismo.

¿Porqué corro?

A partir de ese momento y durante varios días, mis sesiones de entrenamiento se volvieron un interesante experimento de introspección. A cada paso, en cada subida y bajada, bajo los árboles o sobre el pavimento, la pregunta —¿porqué corro?— se transformó en una especie de mantra, repitiéndose sin cesar en mi mente.

Poco a poco fui regresando en el tiempo, buscando el momento en el que por primera vez decidí empezar a correr para tratar de entender qué lo provocó.

Y un día, justo bajo la ducha después de correr, encontré la respuesta.

La auténtica razón por la que empecé a correr fue por miedo.

Todo comenzó cuando mi familia, ya de por sí pequeña, se contrajo de manera dolorosa en una rápida sucesión de eventos.

La primera en irse fue mi abuela paterna (cáncer de seno); en el espacio de poco más de tres año le siguieron mi abuela materna (corazón), mi abuelo paterno (demencia senil) y mi padre (cáncer de páncreas).

Ver a mis seres queridos marchitarse poco a poco frente a mis ojos me enfrentó de golpe a mi propia mortalidad.

Y, como cualquier ser humano acostumbrado a vivir en la alegre ignorancia de la realidad, mi reacción fue la esperada; entré en pánico y comencé a preocuparme por mi propia salud.

me puse a dieta, empecé a hacer ejercicio y me obsesioné con correr lo más rápido y lejos posible. Pero en realidad no buscaba llegar a una meta; lo que estaba tratando de hacer era huir de la vejez y la muerte.

Libre para correr por gusto

Esta revelación me sorprendió y me hizo sentirme un poco avergonzado de mi mismo. Sin embargo, también me resultó increíblemente liberadora.

Fue como descubrir que alguien más había tomado control de mi cuerpo para exigirle mayor distancia/velocidad/fuerza a como diera lugar, sin importar lesiones, dolores o cansancio.

En el momento mismo que me hice consciente de lo que estaba pasando me encontré de nuevo al mando, y pude volver a descubrir ya no las razones por las que «necesitaba» correr, sino las razones por las que verdaderamente quería correr.

Curiosamente fue justo a partir de ese momento, cuando dejé de obsesionarme con tiempos, distancias, pace, récords personales y demás cifras, parámetros y números de los que me había vuelto esclavo, que realmente comencé a progresar como corredor.

A partir de ese momento todas esas gráficas dejaron de ser mis tiránicos amos para volverse herramientas útiles para medir mi avance y calcular mis metas.

Pero sobre todo, a partir de ese día comencé a disfrutar correr por el simple gusto de estar conmigo mismo; correr sin miedo y en plena libertad.

Hay una hermosa cita de Kara Goucher que trato de recordar antes de iniciar mis sesiones de entrenamiento:

«That’s the thing about running: your greatest runs are rarely measured by racing success. They are moments in time when running allows you to see how wonderful your life is.»1

Y ustedes alguna vez se han preguntado a sí mismos; ¿Porqué corren?

Hagan el experimento, probablemente se sorprendan.


  1. De eso se trata correr: tus mejores carreras rara vez se miden por el éxito en la competencia. Son momentos en el tiempo en que correr te permite ver cuán maravillosa es tu vida.